Los desastres pueden generar una considerable alteración psicosocial en las personas y comunidades, al exceder la capacidad de respuesta individual, comunitaria e institucional. Las personas experimentan diferentes estados emocionales que podrían llegar a afectar la capacidad de comprensión y la toma de decisiones, y es entonces cuando se requiere del apoyo psicosocial para ayudar a estabilizar emocionalmente y facilitar el procesamiento de la información en el pensamiento.
El grupo de investigación de la línea de salud mental de la Cruz Roja Seccional Cundinamarca y Bogotá, desarrolló un estudio tras la avenida torrencial ocurrida en Mocoa en Marzo 31 de 2017, con el fin de identificar aspectos que mejoren la comprensión del impacto de los desastres en la salud mental de la comunidad y el personal de respuesta. El estudio se realizó con participación de 30 personas en grupos focales y entrevistas semiestructuradas en dos momentos, al mes y a los 5 meses. Se encontró en la comunidad dificultad para dormir asociada al miedo que produce vivir este tipo de tragedias, especialmente en horas donde las personas normalmente duermen; miedo a una nueva avenida torrencial lo que mantiene en estado de alerta y estrés constante; sensación de inseguridad especialmente en la noche; temor a la lluvia y los truenos; y manifestación de fantasías cuando llueve, truena o se escucha algún rumor de un supuesto represamiento de aguas.
También, se encontró dificultad para dejar de pensar en cómo la avenida torrencial destruyó sus casas, arrastró familiares, niños y vecinos de manera repentina y fuerte. Los relatos también coinciden en la fuerte intensidad emocional expresada por las personas, en los pensamientos de culpa por haberse salvado y no haber hecho algo por salvar a otras personas cercanas.
Estas manifestaciones produjeron un nivel de estrés permanente que se expresó en comportamientos asociados a la irritabilidad: “ahora discutimos más”, en problemas de salud y otras manifestaciones como la pérdida del apetito. Sin embargo, al pasar el tiempo estas expresiones han decrecido en gran parte de la población respecto a su intensidad, y en otros se han mantenido o intensificado, posiblemente configurándose en trastornos psicológicos.
A nivel de organismos de socorro, se encontró miedo de no ser capaz de ayudar ante un evento de gran magnitud y por la ocurrencia de un nuevo evento; también impotencia y subvaloración de su ayuda; inseguridad por no contar con suficientes equipos materiales y recurso humano; conmoción y deseo de llorar por ver escenas de muerte y dolor de las personas al perder familiares y bienes; preocupación por su propia familia; cansancio por largas jornadas de trabajo, y activación mental permanente con dificultad para descansar; a veces inconformismo por el mal trato de la comunidad. Después de 5 meses se encontró tristeza y nostalgia al recordar el evento, y un reconocimiento positivo de su labor con la satisfacción de haber ayudado a salvar personas.
En general, basados en los síntomas identificados en salud mental de comunidad e integrantes de entidades de respuesta en los dos momentos estudiados, se plantea la necesidad de estructurar una respuesta que vaya más allá de la atención en su fase aguda, se requiere apoyar una respuesta a más largo plazo que permita mayor cobertura en la intervención psicológica de personas afectadas (comunidad e intervinientes), protegiéndolos del desarrollo de trastornos psicológicos y estimulando un mejor afrontamiento de la situación en el plano individual y colectivo.
Elaborado por: Equipo Línea de investigación en Salud Mental.
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